CLASISMO EN PLENO SIGLO XXI

Esta semana nos enteramos por las redes sociales de un caso de exclusión, falta de humanidad y clasismo. Se trataba de una señora que prestaba sus servicios como vigilante en un edificio del norte de Bogotá y que fue, al parecer, obligada por sus propietarios a permanecer en su sitio de trabajo durante el confinamiento, durmiendo en el sótano en un colchón. Al parecer ella se enfermó y tuvo que ser trasladada a una clínica, pero al momento de ser subida a la ambulancia, se dice, fue despedida porque solo estaba “trayendo problemas a los miembros de la copropiedad”.

La verdad es que esto parece más un cuento de terror que una situación posible en la vida real; es de verdad inaudito que este tipo de situaciones se den y que en los tiempos actuales haya formas de esclavitud, discriminación, abuso y opresión, pues de esto es de lo que se trata: de la radiografía de un país donde las personas solo valen por lo que tienen y donde unos se creen más que los otros. No voy aquí a discernir sobre los posibles delitos que se pudieron cometer, seguro que algo se encuentra en el código penal, me interesa más reflexionar sobre la realidad del país, aún vivimos en un sistema de clases muy al estilo de las monarquías de la edad media donde hay señores y vasallos, unos que mandan y otros que obedecen. Pero resulta que la humanidad en los últimos siglos ha querido que superemos todo esto, que seamos conscientes de los derechos que tenemos por el simple hecho de nacer, de ser personas y algo muy importante: todos tenemos derechos que podemos reclamar y hacer respetar, sin importar quienes somos, que hacemos a qué nos dedicamos.

Por ello, suelo irritarme mucho cuando observo cómo algunos de mis vecinos alzan la voz y hasta el mentón cuando hablan con los vigilantes del edificio, como si ellos, además de prestar el servicio, tuvieran que aguantarse sus berrinches y el irrespeto a su dignidad. Me molesta ver cómo, por ejemplo, se les exige subir el mercado hasta el apartamento, pues en muchos edificios eso es una exigencia; no quiero decir que si alguien quiere ayudar no lo deba hacer, lo que pasa es que cuando eso es visto como una obligación, es inaceptable. Tampoco soporto escuchar cómo los carros pitan sin parar cuando el vigilante no abre el portón inmediatamente, no será que ellos están quizás en el baño haciendo sus necesidades, ¿o es que tampoco tienen derecho a ello? Podríamos seguir dando ejemplos de maltrato y ni qué hablar de las empleadas domésticas, ellas sí que sufren la soberbia de la “patrona”, pero más bien quisiera mandar un mensaje de convivencia, respeto, ayuda mutua y solidaridad con quienes realizan este tipo de trabajos; sin ellos para muchos la vida seguramente sería mucho más difícil, hagamos equipo entre todos y vivamos felices, con más veras en tiempos de coronavirus.

EN LA MISMA TORMENTA, PERO EN DISTINTO BARCO

Iba a contestarle las afrentas a un bellaco que anda profiriendo embustes por un medio alternativo de comunicación, pero al recorrer el día de ayer las calles de la ciudad para llegar hasta la casa de un amigo en la comuna diez, quien afronta una difícil situación económica debido a la cuarentena generada por la pandemia, me parecieron tan insignificantes las expresiones de este arredomado personaje que preferí concentrarme en lo fundamental.

En medio de una lluvia desmedida de memes, spot, mensajes, noticias, fake news, chistes, oraciones y hasta obscenidades, me llegó un video que llamó mi atención por el mensaje que éste contenía, relacionado con la situación por la que estamos atravesando.

Y es que por más que queramos entendernos a nosotros mismos y entender a los demás, siempre tiende a reinar la indiferencia, la insolidaridad, el individualismo, y de pronto nos damos cuenta que estamos en medio de la misma tormenta, pero subidos en distintos barcos. Algunos en simples y llanas balsas a punto de zozobrar, otros en débiles canoas que amenazan con hundirse, otros en naves un poco más resistentes y algunos en fuertes navíos, todos en la misma tempestad, pero en diferentes niveles de riesgo.

Los navegantes de las pequeñas embarcaciones esperan ansiosos que los tripulantes de los resistentes buques les arrojen un salvavidas o una línea que les permita mantenerse a flote, pero cuando la borrasca recrudece, comienza a disiparse el temeroso interés de ayudar a quienes están a punto de sumergirse.

La tormenta (pandemia) apenas comienza a enfurecerse en nuestras aguas y ya se ven débiles gabarras con graves problemas para mantenerse a flote, y algunos de los que tienen la posibilidad de rescatarlas, comienzan a mostrar su indiferencia o sus más bajas y sucias intenciones.

Observando desde la proa de una pequeña nave puedo divisar cómo los capitanes de los grandes barcos comienzan a esconder las sogas, los salvavidas y los barriles repletos de comida, incluso muestran ya sus intenciones de apoderarse de los víveres e insumos que podrían destinarse para salvar a muchos de los tripulantes de frágiles pontones que intentan enfrentar el diluvio.

Estamos todos en la misma tormenta, pero en distintos barcos, como consecuencia de la desigualdad social, de la indiferencia, de la corrupción, de la indolencia de los malos e infectos gobernantes, que han llevado y obligado a inexpertos navegantes a enfrentar esta terrible tempestad aún conscientes de que pueden naufragar.

Finalmente, tenía razón Arturo Pérez, escritor y periodista español cuando expresó la siguiente frase: “Después de todo, qué sería de nosotros sin nosotros mismos, pensaba. La vida es un naufragio, y cada uno echa a nadar como puede”.

Adenda: Aunque todo parezca difícil no podemos perder la fe, porque mientras la esperanza esté viva, nuestras fuerzas no nos abandonarán.

TELEMEDICINA Y TELETRABAJO

La pandemia del COVID-19 nos cambió la vida. Las rutinas y costumbres que teníamos en todos los ámbitos empezaron a cambiar y yo diría que algunas deberían quedarse para siempre. Es claro que este confinamiento obligatorio es molesto, no permite que hagamos la vida a la que estamos acostumbrados, nos sentimos limitados en derechos y hasta con miedo por la incertidumbre de lo que puede pasar. Pero yo quiero que veamos algo positivo en todo esto y por eso quiero referirme a la medicina y al trabajo por teléfono y videoconferencia.

Si algo genera pánico en estos momentos es tener que ir a un centro médico, clínica u hospital, que susto ir a un sitio donde existe una probabilidad mucho más alta que haya personas contagiadas con el virus; mejor dicho, no deberíamos ir por allá si no es estrictamente necesario. Y por eso es que la medicina por teléfono y por video se ofrece como una gran alternativa; en estos días tuve mi primera cita médica por teléfono, la cual había cancelado presencial por temor a ir al consultorio, y debo decir que no fue nada diferente a una presencial, o corrijo, si fue diferente, pero mejor y más agradable porque no tuve que desplazarme hasta el sitio en medio de trancones, tampoco esperar eternamente en esas salas de hospitales y absolví todas mis dudas en una simple llamada telefónica; por supuesto que no todos los casos lo van a permitir, pero sí muchos donde no sea necesario una revisión personal y en estos casos debería ser por teléfono de ahora en adelante. Como consecuencia de esa cita, sigo contándoles mi experiencia, surgió la necesidad de hacer terapias y ahora me siento en las tardes, en la comodidad de mi casa, 30 minutos con mi computador a hacer los ejercicios que me orienta la fisioterapeuta por videollamada en tiempo real.

Y lo mismo está sucediendo con el trabajo. Muchas profesiones y actividades laborales permiten esta modalidad, de hecho, en el mundo y en Colombia ya había venido implementándose el trabajo desde la casa y en estos momentos se ha convertido en la mejor estrategia para que las empresas puedan seguir funcionando durante la emergencia y los trabajadores seguir generando ingresos.

Son cambios de hábitos y de mentalidad que nos están sorprendiendo en estos momentos de cuarentena, pero que también nos abren muchas posibilidades personales y como sociedad. Aprovechemos la tecnología a disposición, aún cuando no estemos tan familiarizados con ella, démosle la oportunidad que entre a nuestras vidas; estoy seguro, son muy grandes los beneficios que nos traerá.

EL FESTÍN DURANTE LA PANDEMIA

Mientras la mayoría de los colombianos estamos haciendo enormes esfuerzos en lo personal, laboral y económico, hemos venido siendo testigos del festín que otros están haciendo, precisamente aprovechándose que todos los ojos del Estado se encuentran dirigidos a la emergencia sanitaria.

Gracias a la acción celera, seria y muy importante del Contralor General de la República, el Dr. Felipe Córdoba, vinimos a enterarnos que hace unas semanas se entregaron unos créditos con condiciones muy favorables a unas empresas que llamaron la atención por ser conocidas, grandes e importantes, incluso algunas de Huila aparecían en esa lista. Se trata de un programa denominado Colombia Agro Produce, pensado para ayudar en la crisis a la agroindustria afectada por la emergencia sanitaria y entonces para garantizar la seguridad alimentaria; hasta ahí todo pintaba bien, una intención loable y tal vez necesaria en tiempos de crisis. Pero luego se sabe que los primeros subsidios fueron adjudicados en tiempo record, en pocos días más del 90% de los recursos habían sido adjudicados a estas grandes empresas y un porcentaje muy menor a los pequeños y medianos agricultores. Y como en materia agrícola ya habíamos conocido el famoso caso de Agro Ingreso Seguro (AIS), pues inmediatamente surgieron dudas que incluso llevaron a que los tres entes de control se pronunciaran en una rueda de prensa y anunciaran investigaciones por estos hechos y hasta una penal al actual ministro de agricultura. Explicaciones van y vienen, seguramente lo detectado por la Contraloría puede ser explicado por parte de los responsables, pero de todas formas queda un sinsabor y es que en plena crisis, cuando todos tenemos que hacer sacrificios, los mismos de siempre, los ricos terminen beneficiados por el Estado cuando debería todo estar dirigido a los pobres que son los que en verdad sienten en el bolsillo las consecuencias de lo que está pasando. Esto en verdad no tiene presentación.

También nos enteramos que algunas entidades del Estado, en días pasados, compraron carros blindados para sus funcionarios y los montos no eran precisamente bajos. Surge la pregunta, ¿era necesario hacer ese gasto en este momento cuando a otros funcionarios públicos se les está exigiendo el 15 y hasta el 20% de su salario como un aporte solidario porque supuestamente el Estado necesita dinero? Sin duda un mensaje contradictorio por parte del gobierno.

Es lamentable que se aproveche la calamidad social en la que estamos para el beneficio personal de unos pocos y que el gobierno no sea coherente con el discurso frente a sus ciudadanos.

EN BUSCA DE LA FELICIDAD

En estos momentos por los que está atravesando la humanidad, es difícil contagiarse de sonrisas y de positivismo, la incertidumbre del mañana embarga a todas las clases sociales, la zozobra de una película de terror que parece no tener fin se empaña un poco más por la indiferencia y egoísmo de algunos.

Es imperdonable que ante la lucha por la subsistencia muchos prefieran seguir engrosando sus arcas y con mirada indiferente vean morir de hambre a la gente. No solo son los estratos 1 y 2 los afectados, son millones de personas las que se han quedado sin trabajo y sin ninguna fuente de ingresos y hoy se preguntan hasta cuando podrán resistir.

Son varios memes los que circulan por las diferentes redes sociales en donde señalan que si la pandemia hubiese pasado en temporada de elecciones, la situación no sería tan grave porque los políticos estarían regalando mercados. (cruel realidad de nuestra idiosincrasia).

Con esto no quiero estigmatizar a todos los políticos y empresarios, ya que a lo largo y ancho del país muchos están ayudando de manera real a las personas sin necesidad de protagonizar en cada mercado que entregan, como es el caso del Gobernador del Huila, quien de manera juiciosa y sin tanta bulla está trabajando día y noche por su gente. Contrario a lo que muchos mandatarios deberían estar haciendo en este momento, los cuales se sienten orgullosos y patrióticos por aprender a usar el computador o simplemente por sus intervenciones oportunistas y como es costumbre desacertadas, donde señalan que la corrupción que rodea la compra de alimentos para los más necesitados es un “bobada”. Solo espero que en las próximas elecciones tengamos en cuenta a quienes vamos a elegir como dirigentes.

No obstante en medio de esta oleada de información negativa, están aflorando cosas muy positivas como por ejemplo que los padres y madres al fin tengan tiempo para sus hijos o viceversa, que las familias se concentren en la mesa y den gracias a Dios por los alimentos, que descubramos que el trabajo es importante pero la familia lo es todo, que una sonrisa y un abrazo no tienen precio, que los mejores momentos están compuestos por pequeños instantes y como decía mi padre, que la vida es una tómbola y el mejor regalo es estar vivos.

Que los campesinos, los trabajadores de la salud, los transportadores, el Ejército, la Policía, vigilantes, mensajeros, personas que recogen la basura, recicladores, podadores y muchos más, merecen nuestro respeto, gratitud y apoyo por ser quienes diariamente trabajan por sacar este país y el mundo entero adelante. Ellos también tienen familia y aún así están en las calles procurando nuestro bienestar. A ellos GRACIAS.

Los invito a que vean la película “En busca de la felicidad”, protagonizada por el famoso actor estadounidense y ganador del premio Oscar Will Smith, ya que deja muchas reflexiones que podemos adoptar en estos momentos de angustia y desespero, puesto que aunque la vida no es lo que esperamos, siempre debemos seguir luchando por salir adelante y que “las cosas buenas pasan a quienes las esperan, las mejores a quienes van por ellas”.

Muchos han tenido que cerrar sus negocios, han sido despedidos, sus salarios han sido reducidos, han perdido a algún ser querido y parecen no encontrar salida, adicional a muchas otras situaciones negativas, los invito a que busquen la felicidad en sus hogares, en la mirada de amor de nuestros seres queridos, en el café de la mañana y en el beso de buenas noches, en la risa sin sentido y todas aquellas expresiones de amor y cariño que son muestra de que existe esperanza, que la fe mueve montañas y que solo unidos podremos salir adelante.

“La vida es 10% de lo que me ocurre y 90% de como reacciono a ello”. (Charles Swindoll)

Twitter @AndresArtun