
Los narcotraficantes están lavando sus dineros mal habidos en muchos negocios en el Huila (también lo hacen los corruptos) pero las autoridades tienen un ojo de pez, como el de las cámaras fotográficas, para vigilar algunas empresas piscícolas en Betania.
Y algo más grave. Uno o más seudo-empresarios de tilapia, trucha, cachama y otras especies, estarían relacionados con el asesinato en 2013 de Celia Escobar Flórez, jefe de auditoria tributaria de la Dian. Es una hipótesis muy fuerte, profundizada por quienes siguen la pista del entramado de ese pavoroso crimen.
La funcionaria (45 años, 12 al servicio de la Dian) fue acribillada a tiros por un par de sicarios frente a su hijo de 11 años porque estaría tras la pista de peces grandes del lavado de activos.
Una larga labor de búsqueda de los procesos investigados por Celia ha confirmado la teoría y que algunos tiburones, probables autores intelectuales del homicidio, siguieron creciendo su “industria” en Betania.
Conviven prestigiosos empresarios huilenses que le han dado renombre a la pisicultura local. Y cada vez menos ocultos nuevos ricos dedicados al lavado de capitales.
Es fácil: dicen haber comprado y “sembrado” tantos miles de alevinos que milagrosamente se reproducen para obtener millonarias ganancias legales, en teoría, que pueden tramitarse enseguida en el sistema financiero.
Por el Huila transita el narcotráfico, que producen Caquetá, Cauca y Putumayo. Ese negocio infernal que todo lo pudre, está corrompiendo policías que incautan insumos o droga y apenas reportan y destruyen una parte. La otra la comercializan ellos mismos.
Estaciones de gasolina y empresas nacionales de combustibles cohonestan con los narcos. El lavado de activos va desde el bus que transita desocupado del Putumayo a Bogotá hasta el hotel muy aprestigiado que los 365 días del año reseña lleno total con clientes falsos y uno que otro invitado famoso.
Por desgracia, el estado colombiano es lento, torpe, pusilánime. Las denuncias por enriquecimiento ilícito van a la Unidad de Análisis Financiero del Ministerio de Hacienda y allí comienza la burocracia a dormir los procesos. Cuando no es que, por obra y gracia de la corrupción, desaparecen.
Resulta ofensiva tanta desidia oficial. Quienes se roban la alimentación escolar siguen en el poder. Y el funcionario y su familia que se quedaron con los dineros del anillo turístico del sur aspira a la gobernación.
¡O nos ponemos truchas o el Huila será invivible¡